La experiencia al leer “Cien años de Soledad” ha sido enriquecedora. Sin ninguna duda, una novela diferente. García Márquez hace de Dios, y casi lo digo en el sentido más estricto de la palabra, ya que conoce el principio y el fin del mundo que nos cuenta, y aunque os pueda parecer normal, lo hace con tal sutileza y detallismo, que nos absorbe en su vocabulario tan magistral. Porque el colombiano narra por partes, pero siempre tiene una reserva para mostrarnos por ejemplo el futuro y saltarse las reglas de la narración lineal.
"Cien años de soledad" Gabriel García Márquez
Aquí los muertos conviven con los vivos, y aunque parezca extraño, más con sus futuras reapariciones (y no estoy diciendo nada), en el universo Marquezniano también convive lo trágico con lo cómico, lo sobrenatural con lo cotidiano, lo maravilloso con lo inexplicable. Y el lenguaje utilizado es muy evocador y directo, dónde eso inexplicable se puede convertir en verídico y lírico.
Se puede decir, y sin adelantar mucho, que “Cien años de soledad” cuenta la vida de un pueblo (y de una familia sobre todo, una saga muy especial y larga ya veréis) que se hunde sin remedio en lo trágico del olvido y pese a que la muerte siempre hace acto de presencia, nunca se olvida de Macondo (el pueblo). La exageración de la novela misma, recurso constante de ella, la hace todavía más esencial. Y sus disparates y expresionismo, la convierte en un objeto de culto sin apelativos. El realismo mágico.
“Crónica de una muerte anunciada” fue otro viaje mágico y maravilloso en el mundo de Santiago Nasar, y habiendo disfrutado como un enano, creo que ésta “Cien años de soledad” la mejora. Más profunda si cabe, más completa, más visceral. No sabría con cual quedarme porque aquella me atrajo mucho y fue mi primer contacto con el colombiano, pero lo hay que disfrutar de lo mágico de ambas historias. Y os ánimo a que entréis en ese mundo tan particular.
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